Los Sionas son un pueblo originario que habita en el nororiente de la cuenca amazónica. Ocupan su territorio ancestral desde hace milenios, territorio que actualmente se ubica en la frontera Ecuador y Colombia. Existen cerca de 2500 indígenas sionas y, si bien tienen su lengua propia, cada vez hablan más el español, por diversos y complejos factores. Los sionas se encuentran en severo riesgo de extinción, a la vista de dos Estados que no hacen respetar sus derechos, que no impiden la invasión de su territorio por empresas locales o transnacionales, ni les brindan apoyo o protección ante el conflicto armado colombiano, en cuyo cruce de balas subsisten día a día.

Los Siona: Lengua, cultura, historia y organización político-social


Langdon, E. J. (2014). La negociación de lo oculto: chamanismo, medicina y familia entre los Siona del bajo Putumayo. Popayán: Universidad de Cauca.


Esther Jean Langdon es una investigadora de la Universidad de Tulane, su libro, escrito originalmente en 1970, acerca de los Siona La negociación de lo oculto: chamanismo, medicina y familia entre los Siona del bajo Putumayo es uno de los más importantes para comprender la dinámica chamánica, médica y cultural del pueblo Siona. A raíz del giro lingüístico en las ciencias sociales, en la década de 1980, se produce un cambio en la concepción antropológica del estudio de las culturas. Sin embargo, el texto estudiado sigue teniendo relevancia por tratarse de un estudio completo y detallado de los Siona. 
En el capítulo I se explica detalles acerca de la investigación realizada en el territorio ubicado al noreste de la cuenca amazónica, en el río Putumayo, que es una zona de bosque subtropical con altos niveles de humedad. Para conocer a los Siona Esther Jean Langdon pasó 15 meses conviviendo con ellos; durante ese tiempo, realizó la observación participante, además, de desempañarse como profesora de los niños Siona. La investigadora resalta la necesidad de aprender el idioma para comprender a cada pueblo, pues, existen conceptos, como en el caso de los Siona, que no tienen traducción al español. Por otro lado, se describen los rasgos del líder político-religioso de los Siona, llamado Curaca, quien es la persona que ha alcanzado el conocimiento chamánico suficiente para guiar a las personas en los rituales del yajé (pág. 28). 
El Capítulo II aborda la lengua Siona, la cual pertenece la rama occidental de la familia lingüística tukano. Esta lengua, presenta tres variantes dialectales, que son Wixa, Oyó y Piyuyá. Entre las particularidades del idioma, se emplean, diferentes formas gramaticales para diferenciar la relación del sujeto de enunciación con aquello de lo que habla. Dentro de la fonología se habla de la existencia de consonantes oclusivas sordas y sonoras. Para conocer más detalles sobre la lengua, la autora hace referencia al texto de Wheeler (1987), que se recomienda consultar.
Historia y población de los Siona es el título del capítulo III. En él, se divide a la historia de los Siona, desde la perspectiva occidental, en cuatro periodos entre 1500 y 1970. Se inicia en 1500 porque en ese momento se produjeron los primeros contactos con los conquistadores españoles, pero más allá de la historia contada desde el mundo occidental, los Siona existieron desde siglos anteriores a la conquista. 
En la primera etapa, entre 1500 y 1800, ante la llegada de los conquistadores, los indígenas pusieron resistencia y por ello las misiones tuvieron corta duración. Las más importantes que se establecieron entre los Siona fueron las de San Diego y Concepción. San Diego, la primera misión instalada, fue la más duradera; inició en 1650 y se extendió hasta 1950. Concepción fue la mayor y más importante. La historia oral Siona recoge testimonio de los sucesos que ocurrieron durante esta misión. La estrategia que se utilizó para atraer a los Siona fue regalar machetes, herramientas, abalorios y ropa; se los agrupó en comunidades alrededor de una plaza con casas individuales y de familias monogámicas, es decir, se intervino en su forma de organización social. 
Durante el siglo XIX las misiones se redujeron al mínimo, los acercamientos que se tuvo con los Siona se dieron a través de comerciantes ocasionales con quienes los indígenas establecieron relaciones en las que comerciaban productos de la selva con los colonos. 
La tercera etapa, desde 1900 a 1930, se inicia con la explotación del caucho. En este momento los Siona fueron utilizados como mano de obra por las empresas caucheras, en condiciones infrahumanas. Muchos de los Siona se internaron en la selva para mantener su libertad. Por otro lado, la actividad misionera se reinició y fortaleció. Los niños fueron obligados a educarse bajo la fe católica, hablar español y a dejar de lado el uso del yajé. 
En la última etapa, que inicia en 1930, el contacto entre los Siona y los colonos se intensifica con el inicio de la explotación petrolera. El gobierno realizó obras públicas que hicieron que el territorio de los indígenas fuera más accesible, de forma que se redujo el espacio territorial de los Siona y en 1968 se crea un resguardo para proteger dicho territorio de las invasiones del hombre occidental. Todos los contactos de los Siona con otras culturas han resultado en reducciones demográficas y cambios culturales.
El capítulo IV trata de la vida social y económica de los Siona. Las casas de los Siona se han adaptado a las de los campesinos, que son elevadas a uno o dos metros del suelo, con paredes de barbasco o palmera de chonta, el techo de zinc y son rectangulares. Alrededor de la casa se extiende un patio que separa a la casa de la selva y del río, detrás de la casa suele haber un gallinero. Existen espacios de la casa como el comedor o el dormitorio, a donde solo acceden los miembros de la familia. Los utensilios del hogar son en su mayoría objetos ancestrales que se han ido mezclando con otros occidentales. La ropa de los Siona consiste en una túnica blanca o negra que llega hasta las rodillas. Los adornos que utilizan son chaquiras de color azul marino y rojo principalmente que se entremezclan con otras de color violeta, amarillo, naranja y verde. Los chamanes usan collares de colmillos de jaguar y su cara es pintada con formas afines a las visiones que se obtienen a través del uso del yagé. La dieta de los Siona consiste en plátano y yuca, productos de la caza y pesca, frutas e insectos y la chicha. Sin embargo, las nuevas generaciones, han abandonado ciertos implementos de la dieta tradicional y han adoptado los de los campesinos colonos. 
En cuanto a actividades económicas, los Siona son horticultores de tumba y quema, además de cazadores y recolectores. La familia es la unidad económica fundamental; las mujeres realizan el trabajo de cuidado del hogar y los hombres se encargan del sustento del mismo. Los Siona no cazan más de lo que pueden consumir. La tierra le pertenece a quien la limpia. La agricultura se hace para el consumo y venta. Para obtener ingresos extra los jóvenes pueden trabajar como jornaleros y las jóvenes como empleadas domésticas fuera de la comunidad. Los Siona también realizan trabajo colectivo en las ocasiones que lo requieran, una vez terminado entre trabajo, la comunidad celebra y toma chicha. Todas estas actividades se han ido modificando en los últimos decenios.
El capítulo V trata de La familia y el ciclo de vida. Las relaciones dentro del hogar son normalmente pacíficas. Cada hijo, al crecer, debe tener su propia casa; el último hijo suele quedarse con sus padres, o vivir cerca de ellos. Cuando los jóvenes quieren casarse, el padre del joven debe hablar con los padres de la muchacha y el curaca se encarga de realizar la ceremonia matrimonial. Las parejas Siona son muy unidas y pasan mucho tiempo juntos. Los Siona no utilizan ningún procedimiento para el control de la natalidad; si se produce un embarazo, la mujer debe pasar por una serie de rituales al igual que el esposo. Para el parto, la mujer prepara un espacio en el patio con hojas y cuando es su primer hijo, el esposo o una persona cercana la acompaña; si no lo es, ella va sola y corta el cordón umbilical con tijeras. El bebé, posteriormente, es bañado con hierbas y envuelto con una tira de algodón para que no se asuste con sus propias manos. Los niños son criados con amor por ambos padres, casi nunca se les deja llorar, ni se les grita, la mayor amenaza que tienen es la de los malos espíritus. 
Los rituales de pasaje por lo que los Siona atraviesan en la pubertad están asociados a las responsabilidades que asumirán en la adultez, para las mujeres la preparación inicia en la primera menstruación y los hombres a partir del cambio de voz. Cuando alguien muere es velado en la habitación principal de su casa y las mujeres lloran llamándole; posteriormente, se le entierra en el cementerio. Tras la muerte, el velorio es una forma de evitar la desgracia que el espíritu trae a la familia y sus enemigos.
En el capítulo VI se habla de la organización política y social. Los Siona tienen dos formas de organización política; en la primera, el poder es de carácter político religioso y es representada por el cacique curaca; la segunda es secular, es decir, lo religioso se separa del poder de dirección del grupo. El poder del cacique curaca se basa en factores de edad y conocimiento chamánico, no es hereditario y requiere de mucho tiempo de preparación. La iglesia, al educar a los niños en el catolicismo, hizo que perdieran el interés en ser curacas. Por ello contribuyó a disminuir el número de personas que puedan detentar el cargo. El gobierno colombiano, a partir de 1968, pidió que los Siona eligieran a un gobernador y secretario, para que actúe como portavoz de la comunidad. Para ello debe ser alfabetizado y aprobar un examen físico. Esta última forma de organización persiste hasta la actualidad, pero, el poder de los gobernantes adquiere legitimidad entre la comunidad, en la medida que este respete a los ancianos.
El texto tratado permite conocer diversos aspectos y la complejidad del pueblo Siona. La autora trata los diversos temas de forma respetuosa y delicada; no cae en discriminación ni en folclorización, y esos son factores muy importantes a la hora de hablar de comunidades ancestrales. El tratamiento de los temas es generalmente sencillo y comprensible, por lo que es un material de lectura amigable, exceptuando el capítulo II en donde abundan términos técnicos. Las ilustraciones son de difícil comprensión, por lo que debieron elaborarse de forma más amigable. Los cambios culturales, políticos y sociales que se han producido dentro de la comunidad, por la influencia occidental, son ampliamente relatados por la autora. La reflexión sobre este tema me parece muy importante y muestra que los procesos de colonización dejan huellas muy fuertes en las comunidades, que representan, grandes pérdidas a sus formas culturales. Algo importante que debe lograrse desde los textos antropológicos es que la comunidad estudiada adquiera su propia voz en el proceso de construcción de los que se dice de ellos; se trata de sujetos y no objetos de estudio, y me parece que eso no se logra del todo en el texto de Edith Langdon. 
La utilidad y riqueza de contenido del libro de Edith Jean Langdon hacen de él un material imprescindible para comprender la problemática histórica por la que atraviesan los grupos contactados y no contactados. Actualmente, se habla de derechos humanos y de la riqueza cultural; sin embargo, poco o nada se conoce sobre los problemas complejos de los pueblos ancestrales, por ello tampoco se aplica o exige a los gobiernos la conservación de estos. Es importante conocer la realidad de las diferentes culturas de forma que se exija al estado la observancia de sus derechos y este es un muy buen libro para emprender ese camino.

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